Cuentos de Yolanda

Cuentos de Yolanda
Cuentos para niños y mayores, cuentos diferentes, que te hacen pensar, con su moraleja al final de la historia. Aunque penséis que son muy complejos para un niño, no subestiméis su entendimiento, su forma de ver las cosas y la vida, puede que no lo vean como los adultos, porque sí, son niños, pero no son tan ignorantes como los vemos, simplemente su perspectiva es diferente a la nuestra, no dudéis en leer los cuentos a vuestros hijos, explicarles las palabras que no entiendan, para que puedan absorberlas, y sorprendeos con su capacidad de razonamiento.

jueves, 16 de abril de 2015

Teatro Romano



Teatro Romano



Érase una vez, hace mucho, pero mucho tiempo.
Cuando los romanos gobernaban las tierras. Se percataron de algo muy, pero muy importante. El ocio, el entretenimiento, la diversión, eso es lo que necesitaban los seres humanos para ser un poquito más felices.
Y allá por el sur de Europa, construyeron dos edificios majestuosos, dedicados para entretener a las personas.
El Teatro y el Circo:


El Teatro era esbelto, acogedor, el más pequeño de los dos, y también el más listo, él decidió que se dedicaría a entretener con la cultura, con obras de teatro o espectáculos musicales, por ejemplo.
El Circo era grandioso, voluptuoso, algo más rudo, más basto, pero el más fuerte, él se encargaría de albergar a las bestias, como los leones o las luchas entre gladiadores.
Entre los dos hacían un buen equipo, tenían cubiertas todas las necesidades lúdicas que necesitaban los hombres de aquella época.
Sin embargo, en un imperio dónde lo más importante era conquistar países, ir a la guerra, los temas que más abarcaban las personas, eran los que se abordaban en el Circo romano, que empezó a tener mucho más éxito, fama, riquezas.
Tanto poder, acabó por corromper el espíritu de cooperación de ambos edificios.
El Teatro pasó a un segundo plano, eclipsado por el Circo, que se volvió arrogante y despiadado, tal y como reflejaban sus espectáculos.

Sin embargo, con el paso de los tiempos, todo eso cambió.
Toda esa majestuosidad que tenían ambos edificios, se fue degradando poco a poco, cuando los romanos perdieron su imperio.
La gente se volvió más triste y ya no tenían ganas de divertirse.
Ya nadie se acordaba de para qué servían esos edificios, y los dejaron abandonados.
El tiempo, el clima, incluso la mano devastadora del hombre, se encargaron de convertirlos en unas ruinas antiguas.
Hacía años que el Teatro y el Circo, ya no se hablaban entre ellos.
El Circo cada vez más deprimido, recordando lo que fue, y en lo que se había convertido ahora, se desgastaba a pasos agigantados, no quería hablar con el Teatro, no quería mirar a su alrededor, no quería enfrentarse a la realidad.
El Teatro, no podía ver así a su amigo, e ideó un plan para poder resurgir de la oscuridad en la que habían caído durante tantos años, salir de ese olvido latente en el que se habían visto obligados a vivir, por culpa de los seres humanos.

E intentó hablar con el cabezota del Circo, para que le ayudase con su gran plan, pero sin éxito alguno.
El gran y orgulloso Circo, ahora convertido en un edificio ruinoso más, cómo cualquier otra ruina antigua que hayáis visitado, creía no necesitar la ayuda de un pequeño teatro para resurgir, pues él siempre había sido el preferido de los dos, y no podía imaginar ninguna otra opción posible, por lo que retó a su pequeño amigo a ver quién de los dos, conseguía captar antes la atención de los seres, que antes abarrotaron sus gradas.
Ambos se reformaron lo más que pudieron, sin terminar de ser lo que fueron, y siguiendo aparentar unas ruinas, sí, pero unas ruinas con clase, se colocaron focos de colores, para que las personas pudiesen observarlos desde la oscuridad nocturna, se publicitaron a lo largo de España, de Europa y del mundo entero, y ofertaron espectáculos como antiguamente se desarrollaban en sus escenarios.

Sin embargo, el Circo no contó con que su aspecto ya no era tan grande, ni tan fuerte, ni podía albergar a las bestias de antaño. Además los tiempos que corren, no son cómo los de antes, los gustos han cambiado, las personas preferían los espectáculos que ofrecía su pequeño rival, que llenaba su aforo al máximo, tanto de día como de noche.

Esta vez, fue el Circo, el que quedó eclipsado por el Teatro. Pero esta vez fue diferente, pues este pequeño edifico no permitió, que su gran amigo cayese en el olvido, ambos monumentos son un gran equipo, y no puedes ir a ver uno sólo, si no ves al contiguo.
Da igual el espectáculo que elijas, o las actividades que ofrezcan, el beneficio es para nosotros, que somos los afortunados de poder disfrutarlo.

Tú, ciudadano del mundo, Si visitas Europa, el sur de Europa, por donde se oculta el sol en España, esa comunidad Extremeña, famosa por su jamón de bellota, en la provincia de Badajoz, no puedes evitar esa parada obligatoria, que te muestra la espectacularidad del:
Teatro y Circo Romanos de Mérida.





FIN





Este relato está dedicado a una alumna muy especial, Irene, una campeona que podrá llegar tan lejos como se lo proponga. Espero que un día tus sueños se hagan realidad.



Y.L.L.
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sábado, 14 de febrero de 2015

Cupido y Serendepia



Cupido y Serendepia



Os voy a contar una historia que poca gente conoce.
Seguramente sepáis quién es Cupido, ese ángel que lanza flechas, para que la gente se enamore a primera vista.
Pero... ¿quién conoce a Serendepia? Esa que se encarga de la casualidad, de los encuentros fortuitos, ¡qué haríamos sin ella! seguramente haya intervenido más en nuestras vidas que cupido.
Bien pues os voy a contar cómo empezó todo, y cómo puede llegar a estar todo relacionado.
Serendepia y Cupido, nacieron para competir por un puesto que había quedado vacante, el de "Celestina del amor", los dos eran amigos, se conocían bien, pero al mismo tiempo eran rivales, tenían que crecer juntos pero entrenar por separado, a los dos les entregaron sus arcos y sus flechas, pero cada uno tenía que buscar su propia estrategia para que sus flechas fueran las más efectivas.
Serendepia era dulce y cariñosa, enamorada del amor, sólo era una niña pero tenía claro lo que quería, que el amor triunfara ante todas las cosas, era la candidata perfecta para el puesto de celestina.
Cupido era más travieso, lo que le gustaba era disparar flechas, cuantas más flechas mejor, creo que a veces no le importaba que las personas a las que enamoraba con sus flechas, no fuesen compatibles.
Cuando dejaron de ser unos bebés, para convertirse en los niños encargados de repartir amor, empezaron sus pruebas.
Serendepia observaba bien a sus aspirantes al amor, y hasta no sentirse segura de que ese amor triunfaría no disparaba su flecha.
Cupido era un torbellino, y cualquier candidato a enamorarse, era perfecto para practicar el tiro al blanco.
Durante algún tiempo estuvieron compitiendo, flecha tras flecha, amor tras amor, y prueba tras prueba, cada vez estaban más cerca del veredicto final.
Una vez realizado el recuento de parejas enamoradas. Cupido ganó con una elevada puntuación.
Una vez más, como en tantas otras ocasiones de la vida, la cantidad fue mejor valorada que la calidad. Y el amor fue dejado en manos de Cupido. Quizás esto aclare muchos de los resultados finales que este angelito va provocando por el mundo.
En fin, que Cupido y Serendepia seguían creciendo, juntos pero no revueltos, cada uno por separado, hacían lo que tenían que hacer.
Cupido enamoraba a las parejitas con sus flechas de amor, con él todo era idílico y maravilloso, las parejas eran felices, mientras durase el efecto de las flechas, si la puntería de Cupido era cien por cien en el corazón de cada enamorado, ese amor duraría para siempre, pero si no acertaba de pleno, después de pasarse el efecto tenían que seguir el camino del amor por sus propios medios, y no siempre conseguían andarlo.
Mientras tanto Serendepia, que se quedó sin realizar el trabajo de su vida, hacía lo que mejor se le daba hacer, observar, observar y dejar que las cosas pasen cuando tengan que pasar, por casualidad.
Aunque Serendepia no había conseguido el puesto oficial de celestina, ella tenía clara su vocación, ella creía en el amor verdadero, pero no el enamoramiento que provocan las flechas de Cupido, si no en el amor que surge, que crece, que se forja día a día, y que si lo trabajas constantemente, puede durar eternamente.

Cupido aunque crecía cogiendo experiencia y confianza en sí mismo, no terminaba de ser tan observador y detallista como Serendepia, y por muy bueno que fuera lanzando flechas, lo que hacía por los demás no lo podía hacer por él mismo. Era evidente que entre ambos había más que una simple amistad o rivalidad. Ella escondida entre los árboles siempre observando y dejando pasar la oportunidad, si algo tenía que ocurrir ya ocurriría, pero su rechazo pasado, del trabajo de su vida, no le dejaba superarlo y hacer algo para cambiar las cosas. Él en su mundo de enamoramiento, no era capaz de dirigirse a ella y exponer sus sentimientos, simplemente dejaba pasar el tiempo embelesado con la belleza de Serendepia.
Ambos siguieron creciendo...

Sus caminos se separaban y convergían constantemente.
Ambos habían perdido la inocencia de su niñez, Cupido era cada vez más engreído, seguro de sí mismo, creyéndose ser el príncipe absoluto del amor.
Serendepia, una joven y apuesta fémina, inteligente, mucho más fría, dura y segura de sí misma, tantos años observando a Cupido, a las parejas de enamorados, creía saberlo todo sobre el amor, pero todavía sin el valor de atreverse a actuar, aunque viera como Cupido se equivocaha en alguna precipitada flecha de amor, le dejaba actuar, aunque se viera con ganas de revelarle lo que sentía por él, seguía sin ser capaz de acercarse a su piel.
Los años seguían pasando y la distancia emocional entre ellos era cada vez mayor.
Serendepia llegó a la edad adulta cuando por fin la madurez llegó a su corazón.
Se dio cuenta que su gran pasión seguía siendo ver felices a los demás, y todos los años que había pasado observando cómo el azar y la casualidad también tenían su papel a la hora de ser feliz, se dedicó a ello, a los actos fortuitos del destino, cuando creía que una pareja merecía estar junta, aunque ellos mismos no fuesen capaces de verlo, casualmente provocaba un encuentro fortuito por obra del destino, quizás una piedra en el camino de una joven que mientras camina hacia atrás no la ve, y al tropezar, ese chico con el que tontea, al quererla sujetar, se ven obligados a ponerse cara a cara, y si hay amor de verdad, seguramente un beso surgirá.
Cupido que nunca había dejado de fijarse en ella, le gustaba lo que veía, ese cambio tan positivo en su forma de actuar. Él también había madurado, y empezó a reconocer que quizás una ayudita no le vendría mal.
Así que armado de valor, se acercó a Serendepia y le reveló sus sentimientos, ella correspondiéndole, le abrazó y se pusieron a hablar y hablar, todas esas palabras que no se habían dirigido durante años.
Decidieron que ya no serían rivales nunca más, a partir de ese instante, podían trabajar juntos, bueno aveces por separado y a veces en conjunto, pero siempre se tendrían el uno al otro.
Por eso a veces el amor te llega con un flechazo, otras veces por casualidad, y en otras ocasiones, es un un cúmulos de circunstancias, que no te das cuenta cómo te llegas a enamorar.
Aunque lo que realmente importa, es saber que no podemos dejar el amor de pareja a factores externos, Cupido y Serendepia, sólo nos dan ese empujoncito que a veces necesitamos y que no somos capaces de caer en la cuenta de lo que ocurre. Después la labor es totalmente nuestra, nada es eterno si no lo sabemos mantener. La elección final es tuya, aprovéchala.



FIN



Y.L.L.
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jueves, 12 de febrero de 2015

La vida es un carnaval



La vida es un carnaval



¿Sabéis una cosa? Conozco una ventana que muestra la vida de los animales que habitan en una selva muy lejana.
Y... ¿queréis que os cuente lo que vi? 
Pues bien, preparaos para la siguiente historia.

Todo comienza con Isaac, un pequeño camaleón de color verde, que no podía cambiar de color.
Isaac observaba a sus mayores subidos a los árboles, les veía cambiar los colores de su piel, una y otra vez. Él también quería cambiar de color, pero no podía.
Yo le veía triste, bueno cuando conseguía verlo, porque se le daba muy bien ocultarse entre las hojas verdes de los árboles.
Isaac fue creciendo tristemente, porque seguía sin poder cambiar de color, vale que el verde le favorecía, vale que era el mejor ocultandose entre la verde selva, vale que tenía que tener paciencia, ya que tarde o temprano, todos los camaleones cambian de color, pero no, no vale, no es justo que los demás puedan y él no.
Así que como no le gustaba su vida, siguió creciendo con un rostro entre triste y enfurruñado.

En su adolescencia, Isaac sólo tenía un amigo, Kevin, tampoco se le daba muy bien lo de cambiar de color, a excepción de una mancha roja en su frente, no había forma de que le saliera ningún color más. 
Eran los dos "verdes-simples" de la selva, así es como los llamaban los demás. Pero a diferencia de Isaac, a Kevin no le importaba, él era feliz como era, se aceptaba con sus virtudes y sus defectos, y eso le hacía vivir la vida con más seguridad en sí mismo, y poder disfrutar más con los demás.
A los dos les gustaba Lily, ella sí que podía cambiar de color, y su color favorito era el lila, por eso lo lucía con orgullo, "Yellow butterfly" era su mejor amiga que siempre le acompañaba allí donde iba, posada en su cabeza como si fuese una corona de princesa, que le hacía aún más bella.

Ese año, toda la selva, estaba preparándose para unos carnavales espectaculares. Con fuegos artificiales incluidos. Todos los animales sacaban a relucir sus colores más vivos, para darle luz y color a la selva. Estaban todos los animales, no faltaba ninguno, yo conseguí ver dos papagayos y un loro verde, dos leopardos y tres monos, dos tucanes y un colibrí, una cacatua y una serpiente, tres pájaros de pico fino y largo, tres mariposas y un faisán, un perezoso y un ave de plumaje naranja vivo, incluso algún animal más que no sabría deciros cual, y por supuesto vi a Isaac, subido en lo alto de un árbol, con su cara de enfadado, mirando lo bien que lo pasaban los demás, hasta Kevin no dejaba de hablar con Lily, aunque ella no parecía hacerle mucho caso, pero eso daba igual, lo importante es que todos lo pasaban fenomenal.
Por eso Isaac no podía seguir así, triste y enfadado, si no te gusta tu situación, cámbiala, no esperes a que las cosas ocurran porque sí, sin hacer nada para resolverlo, esperando que se resuelvan solas.
Su objetivo era poder cambiar de color, y empezó a trabajar ese aspecto de su vida, tanto insistió, que al final consiguió lucir los colores más bonitos de la selva, era un camaleón multicolor.
Al año siguiente cuando llegó el carnaval, ya no vi ningún animal tristón, Isaac orgulloso de su gran esfuerzo, mostraba sus colores con alegría, incluso consiguió hacerse una nueva amiga, que se veía tan linda como él, y los dos juntos se pusieron a observar la fabulosa fiesta de la selva, todos los animales eran tan felices, que decidieron vivir la vida como un carnaval que se celebra todos los días.


Por eso, para ser feliz, hay que vivir contento, con ilusión, y si la vida te da limones, aprende a hacer limonadas, si algo sale mal, cámbialo para que salga bien, evoluciona en tu camino, para llegar a vivir con felicidad el día a día.
Os dejo una canción con su letra, para que la podáis cantar con quien queráis.
Ver "La vida es un Carnaval- Celia Cruz (letra)" en YouTube

Aquí os dejo un dibujo para que lo coloreéis a vuestro gusto. Disfrutarlo.





FIN




Y.L.L.
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